jueves, 18 de octubre de 2012

Matando mosquitos a cañonazos

Más o menos eso es lo que hacemos cuando, para combatir una infección insignificante, nos chutamos el antibiótico más potente que encontramos.

Corrupción farmacéutica aparte, no es raro que en la consulta del médico o del veterinario se receten antibióticos de última generación para infecciones nimias. ¿Avaricia? ¿Otra forma de intentar descongestionar el sistema sanitario?
Razones hay todas las que te quieras inventar, pero lo cierto es que, bajo esa situación, no se justifica su uso. Y lo que es peor, no hacen bien a nadie.

Si bien es cierto que curarte, te curas (o tu perro), pero a un precio muy alto.
Al tratar esa infección con un antibiótico "demasiado" potente, no sólo puedes estar haciendo daño a tu microbiota y a tu organismo, sino que además estamos enseñando nuestras armas al enemigo. Estamos permitiendo que los microorganismos empiecen a desarrollar formas de resistencia.
Y ya, para rematar, al segundo día de tratamiento te encuentras bien y decides darlo por finalizado, a pesar de que éste estaba indicado durante 4 días.
Error fatal. Con ello sólo se consigue crear bacterias resistentes al medicamento que hemos estado tomando, por lo que la recaída es sólo cuestión de días y tendremos que combatirla con un antibiótico aún más fuerte.

El problema de todo esto no es que vayas a tardar más tiempo en curarte (que también), sino que esta práctica a nivel global nos va a costar un disgusto y de los gordos.
Para que nos entendamos: estamos quedándonos sin antibióticos eficaces contra bacterias no inofensivas, pero casi.

Las consecuencias de llegar al extremo del asunto bien podrían ser argumento de película apocalíptica de Antena 3: desde no poder luchar contra enfermedades consideradas como leves hasta un grave problema de suministro de alimentos y productos de origen animal. Y a partir de ahí, suma y sigue.

Como contrapunto, la solución es bien sencilla: administrar la cantidad y el tipo de antibiótico que se necesite. Aquí no vale el "más vale que sobre", porque no hace falta matar mosquitos a cañonazos. Es preferible tardar un día más en curarte hoy, que no poder curarte mañana.
Y esta solución, señores, pasa también por la ética de cada uno de nosotros, señalando especialmente a los profesionales sanitarios.

Pero en fin, todo esto no es más que una mera opinión, y las opiniones son como las lentejas, quien quiere las come y quien no, las deja.

Que Fleming nos pille confesados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario